Los primeros seis días de cada año, las diabladas se toman las calles, combinan baile, música, tradición oral.
Los diablos de Santiago de Píllaro son famosos en el Ecuador y el extranjero. Los diablos salen de sus escondites para desfilar, según una tradición que viene desde la Colonia, cuando los indígenas se disfrazaban de diablos en repudio a ciertas prédicas religiosas, y al maltrato de los españoles.
Los primeros seis días de cada año, las diabladas se toman las calles, combinan baile, música, tradición oral. Comparsas o partidas se lucen al recorrer las áreas rurales y contagiar de alegría a todos los rincones del cantón hasta llegar al centro. Los participantes le imprimen picardía y jocosidad, propia de estas épocas.
La Diablada de Píllaro fue reconocida como Patrimonio Cultural Intangible del Ecuador en enero del 2009.
01 al 06 de enero de cada año.
Los pobladores de este cantón esperan durante todo el año para preparar la fiesta, tres meses antes organizan las legiones, las partidas, los grupos de Diablos y las comparsas que participan en esta celebración.
Los desfiles tienen lugar en los alrededores de la iglesia, parque Central y edificio municipal, y otros puntos, a partir de las 13:00. Cada partida (delegación barrial) sale de parroquias como Rocafuerte, Santa Marianita y Tunguipamba, entre otras.
Los diablos: Simboliza el ser malo que todos llevamos dentro. Resaltan los colores rojos que simbolizan al infierno y el negro a la oscuridad.
Personaje principal de la fiesta, viste pantalones cortos de color rojo hechos en ceda y filos de color dorado, camisa y medias rojas, zapatillas negras cuyas puntas van levantadas como grandes cuernos, un pañuelo rojo en el cuello y una larga capa en su espalda lleva unas grandes alas de color negro, el cabello está cubierto con un pañuelo rojo o negro y sobre este la careta de color negro confeccionada en cartón y con grandes cuernos ramificados, su baile es muy peculiar pues lo hace en las puntas de los pies, y con la parte superior del cuerpo realiza movimientos ondulantes. Con la finalidad de atemorizar a la gente que se encuentra descuidada lleva en su mano un fuete y en la otra un animal vivo o embalsamado como: cuyes, lagartijas, ratas, serpientes, igualas, águilas. Durante su recorrido emite diferentes sonidos que son kichwismos como: achachay y con esto quieren decir que acaban de salir del infierno donde hace mucho calor y que al venir a la tierra sienten mucho frio, otras de las palabras utilizadas son: atatay y arrarray, con las cuales indican asco y calor respectivamente.
Las Guarichas: Son hombres vestidos de mujer, es un personaje muy alegre, realiza su recorrido bailando con gran gusto, llevan en sus manos un muñeco que representa a su hijo y lo muestran a todo el público y ofrece licor a quienes mira la comparsa.
La banda de música: Es un personaje muy importante en la fiesta ya que brinda un espectáculo musical para que se puedan desarrollar las comparsas que recorren las calles de la ciudad al ritmo de San juanitos, pasacalles, saltashpas.
Los Capariches: Es quien inicia el desfile, abre paso bailando con una escoba entre sus manos elaborada de plantas silvestres, ortiga y flores. (Campaña et al, 2010 pág. 465)
El rojo es el color predominante de los atuendos de quienes desfilan e inundan de alegría las céntricas calles de la ciudad. Los trajes además incluyen flequillos, puños, guaraguas y demás adornos, en tonalidades negras, amarillas, verdes, lilas, marrones y azules, señala goraymi.com.
Sin embargo, las enormes e intimidantes máscaras de la fiesta ponen el toque distintivo. Para muchos este elemento es la esencia de la Diablada, pues personifica el sentido pagano, rebelde y contestatario.
Esta danza tradicional se mantiene por más de 200 años; es parte de las coreografías que la Escuela de Danza del Municipio de Píllaro, en Tungurahua, recuperó tras varios años de investigación en la comunidad de San Andrés. Ellos bailan al ritmo de los sanjuanitos que interpretan los chaqui-músicos que recorren el campo y los sitios de visita. El sonido del bombo, el violín, el acordeón, la flauta y el tambor ponen a mover el desfile.
La celebración de la diablada integra a la familia, a los barrios, a las comunidades alrededor de una fiesta libertaria, que lejos de adorar al personaje que representan simboliza la resistencia frente a los poderes opresores colonizadores. Esta celebración tradicional que ha pasado de generación en generación reúne a las personas alrededor de la elaboración de la máscara, así como también los repasos de los 7 pasos para el gran desfile. Se demonizó todo aquello que no encontraba explicación en la concepción cristiana impuesta en la conquista española, los indígenas eran los nuevos infieles y sus dioses, costumbres y creencias, el adorar a los dioses dadores de vida como el sol, la luna, el ofrendar cultos, ceremonias, la sangre de los animales en estos ritos, se asumía por aquellos ajenos a su cosmovisión como una práctica en honor al diablo.
En la parroquia Marcos Espinel la familia Córdova era muy poderosa y no permitía que la gente extraña llegue a enamorar a las bellas chicas de su tierra, pero los jóvenes llegaban a diversos lugares entre ellos Tunguipamba. Hasta que un día con ingenio utilizaron calabazas dando forma fantasmal, forradas con papel de color rojo en las cuales internamente ponían velas que daban impresiones feas y desagradables, sin obtener resultado alguno, por lo que comenzaron a vestirse de Diablos o fantasmas para lograr su propósito.
Narra de gente que pasa de los 90naños, que por los años de 1930 en Píllaro la gente era muy temerosa a Dios, en varios sectores comenzaron a mencionar que aparecen la loca viuda, el duende, la uña guille, el hombre de las cadenas, el fantasma, y el Diablo, un ser maligno que saltaba de las paredes con un asial lardo de unos dos metros que vestía todo de rojo con capa, las cara alargada, los ojos brillantes, y su cabeza con cuernos largos y en arco; lo que causo miedo a la juventud de nuestros barrios, aprovechando de esta situación para disfrazarse por las noches para no ser reconocidos, ocultándose en los callejones, caminos, casa viejas, cementerios, bosques y quebradas para asustar a la gente que caminaba por la noche cuidando su ganado, o cuando salían de las fiestas, reuniones, a las mujeres que iban a dormir en las chozas.
La mayoría de jóvenes tenían sus enamoradas en otros barrios donde iban a dar serenatas utilizando la guitarra, el pingullo, la hoja, la bandola y el rondador, pasada las diez de la noche, lo que causó malestar a los enamorados, reuniéndose para defender sus intereses, vistiéndose con sábanas blancas, caretas con cachos de venado, comenzaron a bailar y golpear los asieles contra el suelo provocando pánico y susto, y pronunciando palabras de achachay, arrarray, silbidos, gritos, por lo que corrían despavoridos a sus casas; Iniciándose de esta forma la Diablada Pillareña, un baile organizado con sus propios pasos, vestimentas originales, caretas, pañuelos, capas, animales disecados, zapatos especiales, guantes, a las pelucas, cabestros, etc. (Campaña et al, 2010 págs. 463-464)
Fotografía
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