Lugares destacados de Confiterías
Las personas que visiten el Centro Histórico, tienen la opción de recorrer de lunes a sábado los diferentes locales para que puedan saborear las exquisitas golosinas que será un deleite tanto para grandes como para chicos. Lo pueden adquirirlo a precios muy convenientes que van desde los 35 centavos hasta 1 dólar.
El “Cucurucho del Mani” es una de las confiterías más conocidas de la calle Rocafuerte donde locales y turistas compran golosinas porque a más de ser muy conocido brinda una muy buena atención al público y por la forma de preparar los productos. El negocio es visitado por los turistas que gustan de las golosinas quiteñas.
En la misma calle, en la Rocafuerte, también se encuentra la “Confitería El Gato”, donde se encuentra varios productos dulces como maní, habas, tostados con chicharon, chifles, papas y una gran variedad de exquisitos golosinas de sal y de dulce.
Lo más destacado de las Confiterías
La colación es un pequeño dulce redondo con relleno de maní o almendra, en cuya elaboración se utiliza azúcar, agua, limón y esencias. Considerado un clásico un dulce de Quito, además de varios dulces adicionales como dulce de leche, maní encofitado, claritas, turrones, ajonjolí, chicharrones de coco y mistelas.
Historia
Las colaciones se popularizaron como confite aristocrático entre finales del siglo XVI e incios del XVII en la Corte de Madrid, donde se servían especialmente en los días de cañas (especie de justas que se conservaron hasta el siglo XVIII) y toros. Eran los porteros de los Consejos, del de Indias, Castilla, Aragón, Portugal, Italia, Flandes y de las Órdenes, quienes se encargaban de los detalles de las fiestas cortesanas en ese entonces.
Las colaciones tenían especial significancia en las fiestas que ofrecía el Consejo de Indias, eran encargadas especialmente por aquel. Su Portero preparaba la fiesta, acudiendo al confitero, al "botiller" (el experto en bebidas) y al arrendador de vajilla. En los días de fiestas no se excusaban gastos en el estrado y los balcones, porque hacía mucho calor y la fiesta duraba muchas horas. El Rey y su séquito admiraban la destreza el arte caballista de los caballeros en la plaza desde los balcones de la Panadería Municipal, retirándose cada tanto a los salones del interior, espléndidamente decorados, para tomar una merienda.
En los balcones, por su parte, se comían enormes cantidades de confituras, colaciones en especial, y se bebían refrescos de aloja, fruta o vino. Las colaciones, dulces de Génova, y otros, se enviaban desde antes, bien arregladas en cajas y canastillas, a los domicilios de los señores del Consejo y sus damas, sin dejar las mesas del festejo en abundancia de colaciones, azúcar rosado, huevos alcorzados, bizcochos y mazapán, tabletas bañadas, bolillos y almendras garrapiñadas.
El Consejo tenía confitero oficial y designado, pagando miles de reales por cada fiesta en cientos de kilogramos de dulces. Las colaciones de San Juan y de Santa Ana eran las más famosas, y estaban destinadas a los señores del Consejo; para sus pajes y servidumbre se servían "confitura ordinaria", vaya a saber uno cuál era esa. Entre las bebidas que se consumían estaban las siguientes: sorbete, agua de canela, agua de guindas, limonada de loja, agua de limón, limonada de vino y vino "generoso"
Debió mediar algún cortesano de por medio para la llegada de las colaciones a Quito en algún punto del siglo XVII, desde cuando se convirtieron prácticamente en propias de la ciudad. Esas insignificancias de la historia que a nadie importa. Esas insignificancias de la historia que hacen la vida y la seña de cada día.