Vive las Fiestas de San Pedro e Inti Raymi en Cayambe: tradición, música, danza y cultura andina que celebran al Sol, la cosecha y la identidad de un pueblo.
El Inti Raymi en Cayambe es mucho más que una festividad: es un acto profundo de conexión espiritual con la naturaleza y los ancestros. Desde tiempos preincaicos, se practican baños ceremoniales como rito de purificación del cuerpo, alma y espíritu, preparándose para recibir con limpieza y gratitud la energía del sol.
Uno de los escenarios más sagrados para este ritual es la cascada de Cariacu. Durante siglos, este lugar ha sido punto de encuentro para hombres y mujeres que buscan una conexión íntima con la Pachamama, en medio de la fuerza del agua y la serenidad del entorno natural.
En la víspera del Hatun Puncha —el gran día del solsticio—, los hombres que encarnarán al sagrado Aya Huma se dirigen en silencio a las pakchas o lugares sagrados. Allí, en la oscuridad de la noche, dejan cuidadosamente sus vestimentas ceremoniales. “La intención es que el traje absorba la energía de la naturaleza durante la noche, para que al día siguiente transmita fuerza y espíritu al danzante”, explica Alfonso Andrade, integrante del grupo Los Campanilleros.
Durante la ceremonia, diversos personajes emergen con trajes coloridos y el alma encendida. Pero es el Aya Huma, también conocido como Diablo Huma, quien se alza como el gran protagonista. Quienes tienen el honor de representarlo consideran sagrado el baño ceremonial, ritual imprescindible para cargar el cuerpo con la energía ancestral.
La cascada se convierte en templo natural. La noche anterior, el atuendo se deja a la orilla del agua, para que se impregne del aliento de la Pachamama. Al amanecer, los hombres se colocan bajo la vertiente helada. El agua, fría y viva, recorre su piel, y con ella, la fuerza de la naturaleza penetra en su ser.
Entre cánticos, coplas y palabras rituales, comienza el proceso de transformación. El danzante se viste con su zamarro, símbolo del dominio sobre la tierra; el fuerte o chaleco, que representa la autoridad; y el cuerno, que evoca el viento y sirve para convocar a la comunidad. La preparación culmina con la colocación de la máscara, cargada de significados cósmicos y ancestrales.
Con las energías despiertas, el Aya Huma inicia su baile zapateado, acompañado por los campanilleros y las chinucas. Cada paso resuena con fuerza, es una danza de alegría, armonía y gratitud, que honra la abundancia, la bondad y el poder del sol.
En Cayambe, este ritual se celebra el 21 de junio, en el Sitio Sagrado de Puntiatzil, marcando el inicio del Inti Raymi. Y el 29 de junio, durante las Fiestas de San Pedro, se realiza la simbólica Toma de la Plaza, expresión de identidad y resistencia.
Participar en estos rituales ancestrales es más que presenciar una fiesta: es una oportunidad para redescubrir tus raíces, vibrar al compás del zapateo, conectarte con la tierra y el cosmos, y compartir con la comunidad su hospitalidad y sabiduría.
Y como manda la tradición, la celebración culmina con la Pambamesa, un banquete comunitario donde se comparten los sabores del campo: cuy con papas, colada de Uchu Jacu, granos tiernos y la tradicional bebida de guarango. Una comunión de espíritu, cultura y sabor.
Entre los protagonistas de estas fiestas destacan:
La Toma de la Plaza es uno de los momentos más intensos y cargados de simbolismo de las Fiestas de San Pedro en Cayambe. Cada 29 de junio al mediodía, comunidades enteras —organizadas por barrios o antiguas haciendas— bajan en comparsa hacia el Parque Central 3 de Noviembre, con el objetivo de “ganar la plaza”.
En tiempos pasados, esta tradición llegaba incluso a generar enfrentamientos físicos, pues cada grupo buscaba ser el primero en ocupar el centro simbólico del poder local, antiguamente controlado por estructuras coloniales. Era una manera de reclamar espacio, identidad y dignidad.
Hoy, ese espíritu combativo se ha transformado en un acto festivo, pacífico y profundamente cultural. La toma ya no es con fuerza, sino con música, danza, coplas y alegría desbordante. Se ha convertido en una expresión vibrante de afirmación cultural, donde cada comunidad reafirma su lugar en la historia y su vínculo con la tierra, la memoria y la colectividad.
La Rama de Gallos es el eje comunitario sobre el que gira la fiesta. Se realiza año tras año durante las festividades de San Juan (24 de junio) y San Pedro (29 de junio), y se prolonga durante los fines de semana posteriores, incluso hasta el mes de agosto. Esta tradición coincide con el tiempo de cosechas, fortaleciendo el vínculo entre celebración y gratitud a la tierra.
Esta procesión recorre calles, plazas y caminos rurales hasta llegar a la casa de quien recibirá la rama ese año.
Compromiso, reciprocidad y comunidad
Lo más valioso de esta tradición es su fuerza comunitaria. El acto de dar y recibir la rama se pacta con un año de anticipación. Quien recibe, se compromete a organizar la siguiente edición con el respaldo de familiares, amigos y vecinos, quienes aportan con:
Así, el gasto se convierte en una responsabilidad compartida, y el gozo en una fiesta colectiva. Es una rueda de compromiso y celebración que fortalece la identidad barrial y el sentido de pertenencia.
Revisado y redactado por: Cesy Gómez, editor de ViajandoX | 12 de junio del 2025
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